Biden arrasará con todo lo que huela a Donald Trump. En esta línea ocurrirá, por ejemplo, el cese fulminante del embajador en México, Christopher Landau
Roberto Rock L. //eluniversal.com / opinión
El presidente López Obrador parece decidido a soslayar el riesgo de una confrontación con el inminente gobierno de Joe Biden, si con ello puede cerrar el episodio del general Salvador Cienfuegos, exsecretario de la Defensa, que porta un riesgo explosivo en política interna para sus acuerdos con la alta jerarquía militar y con un segmento del pasado inmediato, incluido el expresidente Enrique Peña Nieto y su primer círculo de colaboradores.
La decisión presidencial de imponer una ruidosa ruptura con áreas claves del sistema de justicia norteamericano, así como del Departamento de Estado, incluye necesariamente el cálculo de que el nuevo inquilino de la Casa Blanca arrasará, desde el primer minuto del miércoles 20, con todo lo que huela a Donald Trump. En esta línea ocurrirá, por ejemplo, el cese fulminante del embajador en México, Christopher Landau, como sucederá en el resto del mundo con todos los nombramientos políticos del presidente saliente.
Palacio Nacional pretende baraja nueva con Biden, tomando ventaja también de que Washington podría estar distraído con su crisis doméstica, la pandemia, la economía y otros problemas urgentes por atender antes de pelearse con su vecino del sur.
López Obrador recoge el agravio acumulado por la actuación arbitraria de la DEA, que en su propio país encara señalamientos de atropellos y acusaciones fabricadas y mantiene una pugna permanente con sus colegas del FBI, que rebautizaron sus siglas como “Drunks Every Afternoon” (“borrachos cada tarde”).
Le asiste la razón también al mandatario tabasqueño al lamentar que la DEA haya construido lealtades en México, lo que incluye altas oficinas en las fiscalías federal y estatales, cuerpos policiacos e incluso entre muchos jueces. No ha dudado el Presidente en colocar en esa canasta a algunos analistas e informadores o corresponsales condescendientes.
Le faltó aceptar que la influencia de la DEA incluso fracturó a nuestras fuerzas armadas, en particular durante los sexenios del panista Felipe Calderón y del priista Peña Nieto, pues logró gran ascendencia sobre la Marina, al tiempo que encaraba resistencias entre jerarcas del Ejército, a los que acusaba de corrupción. Esas historias y una pretensión de la agencia antidrogas para lucir poderosa ante la llegada de Biden, pudieron haber aderezado al menos parte de la operación contra Cienfuegos.
Sin embargo, la decisión de hacer público el expediente de la DEA sobre Cienfuegos parece dinamitar las bases más elementales de cooperación internacional, en especial si se está tratando con Washington. Hay que suponer que se trata de una determinación personalísima, surgida de la intuición presidencial y de su frecuente estado refractario a los consejos incluso de su primer círculo de colaboradores.
López Obrador puede descubrir, a la mala, que con Biden no cambiarán tanto las cosas. Que, al llegar a sus fronteras, las diferencias partidistas de aquella nación aminoran sustancialmente. Y que Estados Unidos sigue siendo la principal potencia mundial que, por añadidura, influye decisivamente en la evolución de muchas de nuestras variables clave: las inversiones, la balanza comercial, la suerte de millones de paisanos, la migración…, todo ello parte de una de las más amplias agendas binacionales en el planeta.
Apuntes:
Se generalizan reportes de que empleados federales bautizados como “siervos de la nación” que promueven programas asistenciales han sido colocados al frente de la fila para recibir la vacuna contra Covid. Informes periodísticos en Guanajuato incluyeron esta semana fotografías de estos empleados, todos ellos jóvenes, que desplazaron a médicos y otros trabajadores de la salud, así como a personas de la tercera edad, en la obtención de este beneficio.